El 2 de febrero de 1949, don Salvador Rodríguez Juárez, de Ixcateopan, Gro., mostró al cura párroco de esa población serrana, el presbítero David Salgado, dos documentos manuscritos que habían venido a sus manos desde sus antepasados, pasando de padres a hijos. Dichos documentos contenían la crónica del rescate del cadáver del Cuauhtémoc, ultimo “Huey Tlahtoani” de Tenochtitlan, y de cómo fue el traslado de su cuerpo, realizado por un grupo de sus fieles guerreros desde el lugar del suplicio (actual Tabasco) donde fue asesinado por Hernán Cortes, acaecido el martes de carnaval del 28 de febrero de 1525, hasta Ixcateopan, Gro., de donde era originario Cuauhtémoc; para ser enterrado en el palacio de sus abuelos maternos, señores de aquel Señorío sureño y su entierro hecho por orden de Fray Toribio de Motolinia, en diciembre de 1529 en el mismo lugar donde quedo bajo el altar mayor de la iglesia que el religioso dejo trazada y después se construyó.
Tales documentos presentados por don Salvador Rodriguez, mismos que le fueron heredados por su abuelo, Florentino Juarez, consistieron en dos hojas de papel tamaño folio formando pliego, una de los cuales estaba extrañamente en blanco; no obstante, de acuerdo a la tradición oral, los ancianos del lugar siempre aseveraron que esa parte de documento que «estaba en blanco» era la mas interesante, pues era «la que lo decía todo». Y estaban en lo cierto, pues para su sorpresa los investigadores al documento, descubrieron que esa parte «en blanco» en realidad, estaba escrita con «tinta invisible» hecha a base de jugos vegetales ricos en cítricos y tanino (posiblemente de limones), la cual salto a la vista una vez que se hicieron las pruebas químicas, cuando frente a varios testigos, al calor de un braserillo la hoja en blanco del documento, al oxidarse la tinta especial (habiendo coagulado las proteínas), comenzaron a revelarse 19 renglones manuscritos y al pie del escrito apareció la firma de el «padre Motolinia«.
Tras darle conocimiento al “Instituto Nacional de Antropología e Historia” (INAH) y a las autoridades del Estado, acerca del inaudito y antiguo escrito que revelaba la posible ubicación de la tumba de Cuauhtemoc, inmediatamente se emprendió una cruzada científica nacional para corroborar la información contenida en estos manuscritos centenarios en poder del citado poblador de Ixcateopan y tras un año de exhaustivos trabajos, se dio a conocer al pueblo de México la noticia que confirmaba dicho hallazgo histórico mediante una Carta Oficial, misma que reproducimos fielmente en su contenido a continuación:
(Inicio del documento)
COMPATRIOTAS:
El día 26 de septiembre de 1949 se descubrió debajo del altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Asunción de Ixcateopan, Gro., la tumba que contenía los restos óseos de CUAUHTEMOC y diversos objetos entre los cuales se encontró una placa oval de cobre nativo que bajo el signo de la cruz tiene la siguiente inscripción:
1,525 – 1,529
Rey, ë, S, Coatemo.
La autenticidad del descubrimiento ha quedado probado, por la existencia de una tradición oral y de un folclore, así como por los documentos y por los siguientes estudios técnicos, en que han intervenido lo mismo las ciencias físico-matemáticas, que las biológicas y las culturales, todas ellas absolutamente concordantes en sus conclusiones.
El señor ingeniero civil don José A. Cuevas demostró que la fosa se construyó antes que la iglesia y que se conservó inviolada hasta el día 26 de septiembre de 1949 en que fue descubierta.
El señor profesor don Luis Chávez Orozco y don Alejandro von Wuthenau han precisado históricamente que la iglesia de Santa María de la Asunción de Ixcateopan, Gro., ya estaba construida antes del año 1539.
El estudio químico de los objetos de metal encontrados en la fosa, realizado por los señores ingenieros Rafael Illescas Frisbie, Ignacio Diez de Urdanivia y Rafael Molina Berbeyer, determina que estos objetos son de cobre nativo y que las oxidaciones que los afectan son naturales y producidas en el curso de los siglos.
Los señores doctores Carlos Graef Fernández, Octavio Cano Corona y Marcos Moshinsky del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México por su estudio cristalográfico de una muestra de óxido de cobre de la placa oval de la inscripción, corroboran las conclusiones del estudio químico.
El señor doctor en matemáticas don Enrique Bustamante Ll., aplicando la teoría sobre oxidación de metales de N. Cabrera y N.F. Mott calculo la edad de la placa oval de cobre por sus oxidaciones y obtuvo una edad de más de 400 años.
Los estudios antropológicos y de medicina general de los restos óseos descubiertos en la tumba permiten afirmar que dichos restos son muy antiguos y en su inmensa mayoría corresponden a un sujeto del sexo masculino, muy alto, de complexión atlética, de 25 a 30 años de edad.
El estudio histológico y espectrográfico realizado por el maestro don Isaac Ochoterena en un fragmento de hueso de los descubiertos en la tumba, que revela la existencia de cobre dentro de los Canales de Havers, permite afirmar que coexistieron muchísimo tiempo los restos óseos entre las placas de cobre, tal como fueron encontrados en su tumba.
Los estudios técnicos de la inscripción de la placa encontrada en la tumba, que bajo el signo de la cruz tiene grabado «1,525 – 1,529; Rey, ë, S, Coatemo», realizados por las señoritas profesoras Ana María Cortes Herrera y Eulalia Guzmán, así como por el señor Eduardo Munguía y el señor ingeniero Ignacio Diez de Urdanivia permiten afirmar que todos y cada uno de los signos grabados de la inscripción, son del siglo XVI.
En un documento recogido por la señorita profesora Eulalia Guzmán en Ixcateopan, Gro., de manos del señor don Salvador Rodríguez Juárez, depositario de la tradición oral, los señores Eduardo Munguía e ingeniero Ignacio Diez de Urdanivia precisaron que fue escrito con tinta simpática –jugo de frutas- y que el fragmento de firma que aparece en él, corresponden al grafismo del padre Motolinia.
En consecuencia, asumiendo plenamente nuestra responsabilidad histórica, declaramos solemnemente que existen realmente los restos de Cuauhtémoc, que son los que se encuentran a la vista del pueblo en la Iglesia de Santa María de la Asunción de Ixcateopan, Gro., restos cuya presencia materializa el patrimonio cívico de la nación y el paradigma de la mexicanidad.
México, D.F., agosto de 1950.
Firmantes: Eulalia Guzmán – Alfonso Quiroz – José Gómez Robleda – Isaac Ochoterena – Liborio Martínez – Ignacio Diez de Urdanivia – Eduardo Munguía – Octavio Cano Corona – Marcos Moshinsky – Luis Chávez Orozco – José A. Cuevas – Enrique Bustamante – Ana María Cortes Herrera – Rafael Molina Berbeyer
(Fin del documento)
Y aunque a partir de esa fecha de 1950, la comunidad científica nacional e internacional polemiza acerca de este hallazgo, tachándolo algunos de fraude y otros de verdadera, lo cierto es que en ambos lados del debate existen figuras iguales en renombre y prestigio, por lo cual no podemos inclinarnos más que por las pruebas físicas y no por los comentarios personales, la discusión sigue en el aire. No obstante, aquí surge una sana reflexión: si este hallazgo es verdadero, esto constituye una enorme alegría para el pueblo mexicano y un auténtico punto de peregrinación de la mexicanidad, pero si por el contrario, este hallazgo es un equivoco (fraude), entonces el equivoco (fraude) lo cometió la misma AUTORIDAD ACADÉMICA y científica, sentando así el PRECEDENTE de que “los antropologos e historiadores también pueden equivocarse” (intencionalmente o no), y no queda mas que preguntamos
¿Cuántas VECES MAS se ha equivocado “a su favor” la antropología oficial? ¿Cuantas, al momento de juzgar apresuradamente los hallazgos óseos en las zonas arqueológicas como pruebas “inequívocas de sacrificios humanos”?,
Lo ético y profesional es que esos mismos «científicos» que afirman (pese a las pruebas), que la tumba de Cuauhtemoc no está en Ixcateopan y que la «confirmación oficial de 1950» fue un montaje institucional apoyado con «pruebas manipuladas», también deberían cuestionar con la misma insistencia y ser los primeros en revisar a detalle y bajo todas las aristas científicas, si las “supuestas pruebas oficiales” de los sacrificios humanos cometidos en el Anahuac (que son escasas, por cierto) no son también «equivocaciones» (manipulaciones y fraudes); digamoslo de otra manera, mas vale cerciorarse, pues si los detractores de la «Tumba de Ixcateopan» aseguran que el Instituto ya “equivocó” una vez, no vaya ser que también se haya vuelto a equivocar en… ahí queda el comentario.
Estimado compatriota y hermano amante de la cultura, este mes de febrero (en la fiesta nativa de los días 23 y 24) visita el bello santuario mexicano de Ixcateopan y frente a esa placa del siglo XVI y ante esos huesos desenterrados de hace 5 siglos, preguntate en silencio: ¿es necesario que alguien confirme o niegue, que ahí está la verdadera tumba de Cuauhtémoc, para decidirnos ir a peregrinar año con año, hacia esa ancestral comunidad sureña entre cerros y nubes, y sentir como en ella pervive en el tiempo la memoria de ese gran Señor de nuestra nación mexicana?, tú decide si te lo pierdes… dejemos a otros continuar con sus alegatos proselitistas, en Ixcateopan nosotros mejor preguntemos la verdad «al viento (Ehecatl), al monte (Tlalli) y al rio (Atl)” pues ELLOS sí estuvieron ahí, en 1529, cuando fue regresado a la tierra el “Joven Abuelo” Cuauhtemoctzin…
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Por: Tecuhzoma Teutlahua.
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“A la gloria de esa antigua sociedad de grandes poetas, matemáticos, filósofos y guerreros que añoraban una vida entre Flores y Cantos y una muerte al filo de la obsidiana”
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